El mismo Dios


Se fue octubre con toda su carga de oscuridad y tormentas incesantes. Que mes tan dificil, lleno de tristeza y de pérdidas.
Seguimos aquí adorando al Dios que trae, y que se lleva.

En la reluciente mañana del primero de noviembre aspiré con alegría el sol tibio, feliz de ver otra vez el cielo azul libre de nubes oscuras. Mientras caminaba miré los árboles estrenando hojas y reafirmé el conocimiento de que el mismo Dios que envía los vientos violentos que arrancan las hojas muertas, es el que acuna los delicados brotes en la brisa tibia de días como este, hasta que se vuelven fuertes.

Si miro atrás a un año de tormentas, veo en algunas de ellas la fuerza necesaria para arrancar de mi vida cosas que me resistía a dejar, algunas que ni sabía que existían y que la fuerza de la tempestad reveló al retirar la arena que las cubría. Pero por sobre todo y detrás de todo veo también la silueta del Rey de mis días, mirar atentamente mi caminar, y acunar en Su Regazo amoroso mis próximos pasos, hasta que se vuelven fuertes para caminarlos.

El mismo Dios de ayer, de hoy y de siempre. Dios de guerra y paz, fuerte y tierno. Dios que nos disciplinas porque nos amas y nos pruebas para perfeccionarnos, pero también nos amas sin medida. Dios que te alejas cuando te olvidamos pero que permaneces obstinadamente esperando nuestro retorno.  Dios que descorres los cielos como cortinas en tu grandeza sin igual, pero tienes la delicadeza de no olvidar a quien te busca, aunque sea el último para todos.  Dios que cuentas las estrellas y a todas llamas por su nombre, y también ejecutas el batir de alas de una mariposa.
Dios sin tiempo y de todos mis tiempos, nada quiero preguntarte ni pedirte terminando el año. Solo decirte que hoy también te amo.




Video: Dios/ Danilo Montero 
Texto: Edith Gero
Fotografías: Tomsu Martin | Vía: www.BancodeImagenesGratuitas.com

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