Cómo pájaros cansados, veo a diario tantas personas con alas acostumbradas de haber perdido el cielo
ancho, como si solo quedara el gris
asfalto para arrastrarlas sin fuerza.
La boda y el luto, la copa que celebra y el
absurdo puñal en el alma; conviven sin descaro en esta vida.
La conocida escritora Isabel Allende nos deja su dolorosa
impresión al respecto, cuando la opulenta Nueva York se cruzó con el brutal
desamparo un día de crudo invierno:
“Con Willie estábamos recordando aquella etapa del pasado,
mientras paseábamos por la Quinta Avenida en medio del ruido y las multitudes,
tráfico, cemento y escarcha, cuando ante la vitrina de una tienda que exhibía
una colección de joyas antiguas de la Rusia imperial vimos a una mujer
acurrucada en el suelo, tiritando. Era afroamericana, estaba inmunda, envuelta
en trapos y tapada con una bolsa negra de basura, y lloraba. La gente pasaba deprisa
por su lado, sin verla. Su llanto era tan desesperado, que para mí el mundo quedó congelado, como en una
fotografía; hasta el aire se detuvo por un instante en la pena insondable de
aquella infeliz. Me agaché a su lado, le dí todo mi dinero en efectivo, aunque
estaba segura que pronto vendría su chulo a quitárselo, y traté de comunicarme
con ella, pero no hablaba inglés o estaba más allá de la palabra. ¿Quién era?
¿Cómo llegó a ese estado de abandono? Tal vez venía de una isla caribeña o de
la costa africana y el oleaje la lanzó a la Quinta Avenida por azar, como esos
meteoritos que caen en la tierra desde otra dimensión”.
Contrariando toda prédica positivista la
vida no es fácil y son muchas las mañanas en que nos levantamos por pura
rutina, y ni el aroma del café entibia el ánimo. Y son demasiadas las noches donde nos acostamos en un silencio que pesa. De nada sirve declarar grandeza cuando la tristeza o el desánimo se cuelan
en el alma. Ropa arrugada y vestida con desgano, tal vez sucia y hasta rota, barba descuidada de días sin ver el espejo,
la cara entre las manos y un cierto
rictus con arrugas nuevas en las comisuras de los labios, hablan antes de ver
los ojos de la pátina gris que los
cubre.
El mundo no suele ser hospitalario con la gente que sufre,
y la orientación a productividad y metas hace que quienes no producen en sus
tiempos malos, sean material de descarte. Si cuentas tus logros todos te aplauden, pero si pretendes contar tus lágrimas te harán leña
próxima a ser tirada en el primer fuego que aparezca. Millones de personas en
el mundo piensan que no sirven para vivir, y son parte de todos los
discapacitados emocionales encubiertos
que hay. Por cierto la facción de los
sin esperanza debe sumar holgadamente la mayoría planetaria (algunos que
pretenden controlar las masas podrían tenerlo en cuenta).
Para todos ellos, tengo una excelentísima noticia que tiene
todo de verdad y nada de un liviano triunfalismo: Un día, un Hombre, Hijo del
Amor que vive en los cielos vino a este mundo porque habíamos olvidado el Libro
de las instrucciones de cómo vivir con esperanza. Y aunque ya no está en esta tierra nos dejó por legado Su Espíritu que aún camina entre nosotros y
particularmente se detiene frente a cada vida quebrada mostrando para el
asombro, una misericordia y gracia sin límites. Recordándonos que El: “No
acabará de romper la caña quebrada, ni apagará la mecha que apenas arde. Con
fidelidad hará justicia, no vacilará ni se desanimará hasta implementar la
justicia en la tierra”(Is. 42).
A El no le importan tus alas rotas ni tus ojos sin brillo.
El siempre anda cerca de los que tienen la cabeza entre las manos y
cuando lo sientas pasar, como una ráfaga
de aire tibio y bello, solo extiende tu mano hacia El aunque ni puedas levantar la cabeza. Milenios de amorosa sabiduría te
tocarán cuando Su mano roce la tuya. La fuerza eterna del universo te será
transferida y volverás a ponerte de pie.
Y luego, tímidamente aunque fuere, extiende tus alas. El
Cielo te llama y pronto volverás a surcar las corrientes misteriosas del viento,
porque fuiste creado para volar.
Todos los desesperanzados han conocido la esperanza antes de perderla. Solo es cuestión de buscarla en tu memoria original que late en la Mano que el Hijo del Hombre te extiende.
Centro de Consejería: rompeelsilencio2@yahoo.com.ar
por Edith Gero
Imagen: José Luis Avila Herrera
Centro de Consejería: rompeelsilencio2@yahoo.com.ar
por Edith Gero
Imagen: José Luis Avila Herrera
!Qué hermoso, Edith!!!! Tengo tiempo leyendo tus escritos y no habìa tropezado con èste. De verdad, pareciera escrito para mí, sobre todo la parte donde dice:..."son muchas las mañanas donde nos levantamos por pura rutina, y ni el aroma del cafè entibia el ànimo...y son demasiadas las noches donde nos acostamos en un nsilencio que pesa..." Esas palabras retratan exactamente como me siento desde hace algún tiempo cuando una oscura y fría tormenta lanzó sus huracanados vientos sobre mi hogar y mi matrimonio y sólo dejò tristeza y desolación en mi vida y la de mis hijos. Pero Sigo aferrada a esa poderosa mano que se extiende hacia mí y aunque hasta ahora no he logrado asirla y para no soltarla porque quizás el dolor no me lo permite, se que algùn día podrè lograrlo. Bendiciones para tí.
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