HOGAR



     ¿Qué  pensamos cuando oímos la palabra "hogar"?
     ¿Con qué  aromas, imágenes y situaciones  lo asociamos...?
     
      Confort, limpieza, descanso, placer, deleite para  los sentidos, la comida que
me gusta, refugio, compañerismo, actividades juntos, contención, un lugar sin gritos, donde soy yo mismo, el lugar de mi música y de reirme mucho, también donde poder llorar tranquilo, donde me respetan y me respeto. El sitio donde no soy juzgado sino amado. Donde no soy rotulado sino aceptado.

     ¿A alguien se le ocurríría asociar “hogar” con pornografía, violencia, abuso, sexo irresponsable, lista de reclamos, enojos diarios, discusiones interminables, celos, control permanente, sin cocinar, sin deleite, sin perfumes, sin amor?
     Y entonces, si no logramos asociar tales conceptos, ¿Porqué los llevamos al hogar como invitados de lujo y los dejamos quedarse sin boleto de regreso? 

     Si queremos hogares reales, sanos, empezemos por darle orden de desalojo a todo lo que enumeremos como "no deseable". Y hoy mismo plantemos una nueva siembra de lo que deseamos ver florecer un día.
      El hogar no es un campo de batalla ni un espacio de poder, control  ó lujuria. Hogar es el fuerte del guerrero donde descansamos nuestras luchas cansadas, y es el asiento de la familia, unidad básica de toda sociedad. Finalmente, el hogar es el sitio del altar personal, donde aprendemos a ser en lo secreto y a solas con Dios, lo que luego se mostrará en público.

     Las atmósferas de nuestros lugares se generan en lo que somos, y también  se contaminan por ello.  Cambiemos el aire de nuestros hogares con una limpieza a fondo, tanto física como emocional, cambios que traigan crecimiento, y lo fundamental, no dejemos a Dios tocando la puerta afuera.

"El que turba su casa heredará el viento". Prov. 11.29

Bahía Esperanza acompañando tu vida diaria, suscríbete para recibirnos en tu mail.
Texto: Edith Gero
Imagen: 1,000,000 Pictures

Comentarios