Hay una pregunta generalizada en la raza humana, y tal cuestión suele inquietarla aún más que la tocante a la identidad. Y es que encontrar la razón de vivir define nuestras actitudes, elecciones de vida y orienta lo que haremos a lo largo de nuestra existencia.
Algunos piensan que nacieron para trabajar y definen su vida
en función de la calidad laboral. Lamentablemente cualquiera que ha trabajado
años en alguna empresa podrá decirnos que una semana más tarde que lo despidan
o que renuncie al empleo nadie le recordará, apareciendo un enorme vacío al
haberse terminado la razón y motivación. Otro tanto ocurre para los que viven
para una relación, cuando esta se
termina creen que la vida termina. La búsqueda del bienestar y éxito se lleva
otros tantos laureles entre las creencias de cuál es la razón de la existencia,
y su efímera duración asegura profundas depresiones y crisis existencialistas.
Jesús vivió y murió
por cada uno de nosotros. Entregó su vida y vino a este difícil mundo caído que
el ser humano se encargó de transformar tantas veces en una pesadilla, y soportó toda la furia del hombre y del Padre
quien cerró sus ojos para que la ofrenda de amor fuera consumada; por la razón
puesta delante de Él.
Y la razón de la vida y
elección de la propia muerte del Dios hecho hombre fuiste tú, yo y cada
persona en este planeta. Nada más ni nada
menos que cada uno de los millones que hubo, que hay y que vendrán. Cada uno estaba en
el amoroso corazón del Padre al entregarnos a su Hijo y en el del Hijo viviendo
para morir en una cruz.
Dios vive para nosotros, y nosotros somos su creación, por
tanto deberíamos vivir para Él. Ninguna
otra cosa debería tomar Su primer lugar en nuestra mente, corazón, sentimientos
y acciones. Él debería ser la primera razón por la que arrancamos cada día y la
última que permanece cuando las demás se terminan. Él debería ser nuestra pasión y la motivación de cada día. Dios debería ser
la nutrición emocional y la razón de buscar el crecimiento espiritual. Él
debería ser el pensamiento y razón detrás de cada cosa que hacemos en cada momento.
Jesús vivió y murió
por ti, ¿estarás dispuesto a hacer lo mismo por Él?
“Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda
tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal
mandamiento” Marcos 12.31
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Texto: Edith Gero
Imagen: Different Photos
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