El árbol se conoce por su fruto nos dijo Dios en sus cartas
de amor, también que de la abundancia
del corazón (o de su pobreza) habla la boca.
Somos instruidos entonces acerca de que nuestras actitudes vendrán indefectiblemente de lo que somos por dentro, y publicarán a
los cuatro vientos acerca de la riqueza o pobreza de nuestro interior.
El amor define nuestras actitudes. Su ausencia también.
Hay personas que
insumen una increíble cantidad de tiempo en construir máscaras y
personalidades con las que cubren sus falencias, como sonrisas, frases hechas y
estereotipos varios. Más una persona
llena de bondad y amor será simple y sin dobleces, porque habrá pasado su tiempo junto al Amado aprendiendo de Dios, de su humildad y amor, de
su cuidado y Gracia permanentes.
Si queremos conocer en profundidad a una persona veremos sus
actos, no sus dichos, y ellos nos contarán de forma veraz sobre la verdadera
intención de su corazón.
La persona carente de amor verdadero será egoísta, pondrá
siempre primero sus propias necesidades y deseos, se enojará con facilidad, sus
actitudes estarán orientadas hacia su propia nutrición y satisfacción y para
sostener la continua frustración por no poder lograrlo sus palabras contendrán
continuos reclamos.
En cambio la persona que vive amando como una permanente
construcción de amor tendrá una actitud orientada hacia los demás, teniendo sin
embargo una estima correcta de sí misma que le permita no relegar el cuidado
personal. Quien ama considera primero al otro, en tiempo, placer y satisfacción.
Tal persona no se frustra con facilidad porque sabe aceptar en vez de
siempre esperar, y canaliza el enojo hablándolo sin desahogarse en ira con
otros.
El amor es nuestro origen y destino. Y más que una palabra
especial acerca de un destino profetizado especial para cada uno es más bien una
construcción y una decisión diaria que va marcando nuestro destino asegurando
nuestra eternidad. El amor define
nuestra actitud.
Texto: Edith Gero
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Gracias por este articulo, Edith. Bendiciones
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