Fuertes para perder


"Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo.   
Y ciertamente, aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo." Filipenses 3:7-8

Ayer miraba una película sobre la década del 30 estimo. El joven protagonista que habia perdido a su padre y luego a quien había recogido y cuidado como a un hermano, dijo mirando al cielo:

-Padre, me hiciste fuerte para perder.

Conforme la historia avanza el ser humano se ha debilitado en su carácter y ha perdido fortaleza. La fuerza conquistadora  y el carácter templado y adiestrado en vicisitudes de nuestros abuelos hoy es casi irreconocible en nuestro cómodo, light e instantáneo estilo de vida.
El creciente humanismo que ya es casi una humanocracia  (gobierno del hombre)dónde el centro de la vida es el hombre y el poder está en el poder de su mente ha limitado nuestra fortaleza a nuestra limitada capacidad humana.

Mis antepasados creían en la teocracía (gobierno de Dios)  y en la fuerza de Dios se ampararon, fortaleciéndose en cada obstáculo más y más por tanto.  Así fue que mi padre salió con vida de tres campos de concentración y tuvo la entereza de enseñarme a ser agradecida y encontrar la belleza en todo. Mi madre emigró luego de la segunda guerra huyendo de su país arrasado por el comunismo, comiendo nieve y pasto en los helados alpes, y me enseñó lo que es ser una mujer virtuosa.  Mi tía buela esperó una vida por el hombre que amó desde su adolescencia y que había ido a la guerra donde desapareció. MI tía lo buscó incansablemente hasta que encontró , o al menos al resto de persona que era. Se casó con él y lo cuidó hasta que  murió pocos meses luego de que lo reencontrara. Luego estudió y estudió y murió en la universidad luego de rendir su corazon al Señor Jesus y de legarme que el amor, es permanencia , compromiso y lealtad.

Con excepcion de la vida, mi familia perdío todo. País, cultura, amigos, identidad, dinero, casas. Nunca los escuché quejarse. . Ví  en mis padres  y  abuelos voluntades ferreas, un amor a Dios callado pero siempre presente. Los ví levantarse, trabajar de sol a sol, cuidar de sus familias, ser generosos, fuertes y amorosos.

El amor real es un sentimiento que fortalece, en confianza, en generosidad, en lealtad, en compromiso, en resistencia a la adversidad, en una sonrisa en las crisis. El amor nos vuelve fuertes para perder.
Y en ese adecuarnos a las pérdidas , está nuestra ganancia impensada.

La sobreprotección en cambio, debilita.  El pájaro ama a su pichón empujándolo afuera del nido cuando sus alas están listas, para que vuele o muera. La mayoría de las especies abandonan a sus crias una vez completado su entrenamiento, para obligarlas a que entren a su destino en la diaria lucha por la supervivencia. en cambio el hombre alientas a sus hijos a permanecer en la casa hasta aun de adultos, y aún lo ampara en tener relaciones sin compromiso.
Personas débiles, relaciones débiles.
Los padres sobreprotegen a los hijos y los vuelven personas incapaces de hacer frente a lo competitivo y agresivo del mundo moderno. El abuso, el permanente control de otros, debilita a esposas, hijos, y empleados que terminan perdiendo sus identidades. Alentar a otros no es común en estos días.

Nuestros espíritus se han debilitado alejados de Dios, y cuando El utiliza las crisis para obligarnos a volvernos a El, en vez de arrepentirnos y  aceptar Su trato, levantamos el puño al cielo y nos encerramos en un rencor hacia el cielo que nos ata  y nos hunde en las tinieblas.

Nuestras almas se han debilitado en el énfasis de la herida  y no en la construcción de fortaleza.
Agradezco infinitamente el duro adiestramiento que recibi cuando fuí restaurada : En vez de las eternas regresiones al pasado recibí el desafío a contruir un hoy diferente. En vez de que me trataran como a una pobre víctima me confrontaron a salirme de ahí, y preocuparme por sacar a otros. 

Nuestros cuerpos se han debilitado por la comodidad y la sobreprotección.  He escuchado a tanta gente decir que no quiere nadar si el agua no está climatizada. Mi padre me enseño a nadar en el agua helada del lago en el  lugar de piedras  que yo amaba, me enseñó como tolerar el agua fría. Ellos tenían una pareja amiga de condes alemanes que nadaban invierno y verano, cada día, en el lago aún en los días de nieve.

Mi historia fue una historia de pérdidas, y tormentas continuas. La muerte de mis abuelos, de mi padre de tres de mis bebés, de mi perro, de mis amigos. La pérdida de mi casa, auto, modo de vida, colegios, identidad matrimonio.
Dormir en la calle,  o amasar dos panes para comer todo un día en la oscuridad porque nada teníamos ya, hacer colas por un medicamento en los sitios públicos, no fueron mi infierno personal, sino mi escuela de misericordia.
Siempre recordé a mis padres, y pensé que yo también saldría de esa. Siempre recordé a mi Dios, y supe en todo momento que El reinaba sobre toda pérdida.
No me quejo de lo que he vivido, mis pérdidas me hicieron lo que soy, y fortalecieron mi espíritu. Sé, que sobre toda cosa creada, y sobre toda crisis, Dios tiene control.
Mis múltiples o tal vez totales pérdidas, fueron multiplicadas en ganancias no esperadas. Desde que dejé de considerarme una víctima del injusto destino,  y me levanté y me supe fuerte para seguir adelante, las bendiciones, las risas y las personas vinieron solas a mi encuentro. Déjate encontrar por tu destino mientras te dejas tratar por Dios.

Los seres humanos fuimos hechos a imagen y semajanza de Dios, somos más fuertes de lo que pensamos, y si no lo creemos, tenemos hoy la oportunidad de encontrar esa fortaleza interior permitiendole a Dios que genere en nosotros carácter a traves de Su trato especial. Cada tormenta se traduce así en las manos del perfecto Alfarero dándonos forma mientras nos prepara para la eternidad. Donde toda pérdida será transformada en ganancia pura.

Hay algo que jamàs perderemos en esta vida aún. Dios nos hizo para Jesús y por El.(Juan 1) Y El dijo que no perdería ni uno solo de los que le habían sido dados (Juan 6.39). Y como he sido dada a El, puedo hoy pararme en Su Roca, y mirar mis pérdidas y sonreir con gracia.
Hoy, soy mas fuerte que ayer.

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