En el desierto de Namibia la esbelta jirafa busca las hojas de acacia que son su alimento. A pesar del insoportable calor caminará imparable, buscándolas, aunque la muerte la sorprenda.
Este es el desierto de la perseverancia y la fortaleza.
Aquí no hay lugar para la autocompasión, ni para excusas, ni para culpar a otros. Sino sólo para un esfuerzo constante. El bello animal no se detiene a pensar en su mala suerte si su subsistencia se vé amenazada, simplemente sigue adelante hasta el fin.
Namibia es también el desierto más bello del mundo. El paisaje casi irreal del "océano de arenas rojas" ha cautivado desde siempre a miles de turistas ávidos de sus cambiantes colores.
Este es el desierto de la belleza.
Es el capítulo de aprender la belleza oculta en cada párrafo de la vida.
Otro desierto, el Kalahari, nos muestra su escondido secreto que sustenta la vida: un sustrato de tierra impermeable bajo la arena retiene el agua de las lluvias.
Este es el desierto de la esperanza.
Debajo del mayor desierto, hay agua. Y si sabemos cavar profundo, y guardar la fe, encontraremos el líquido vital. Ysi no hubiera agua debajo, los desiertos terminan dónde empieza el mar.
Solemos creer que los desiertos son malos. Pero no, son escuelas... El ser humano precisa templar su carácter y educarse en las normas de vida de la eternidad. Por esto, los desiertos son el equivalente a las mejores universidades. Y nadie discutiría la necesaria disciplina y rigor de una excelente casa de estudio. Algunos darían todo por entrar en alguna de ellas.
Los desiertos son la escuela de Dios.
Él guarda la lluvia bajo ellos, y les pone el mar por límite. Él "abre caminos en el desierto, y ríos en la soledad"*
Tal vez hoy no comprendemos muchas cosas que el desierto nos enseñö. Tal vez duelen demasiado... Porque "el yunque del sol" como los llama un buen amigo, estampa sus lecciones como si marcara la piel del alma con un hierro candente.
Porque son lecciones que debemos aprender para siempre.
No estamos en el desierto porque fuimos olvidados ahí de la mano de Dios. Como la jirafa, estamos ahí porque nuestro Padre nos ama, y tiene un plan eterno para nosotros.
Texto: Edith Gero
*Isaías 43.19
Imagen: EstudiosRegionalesAfrica.wikispaces.com
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